La leucemia
La leucemia es un cáncer que se origina en las células linfoides productoras de sangre de la médula ósea. Por lo general, afecta los glóbulos blancos.
En condiciones normales, los glóbulos blancos crecen y se multiplican de manera ordenada a medida que el organismo los necesita. La leucemia se presenta cuando estas células están lesionadas y adquieren mutaciones en el ADN que las hacen funcionar mal y reproducirse con rapidez. Luego, las células leucémicas se acumulan en el torrente sanguíneo y con el tiempo desplazan a las células sanguíneas sanas, dejando el organismo vulnerable a las infecciones.
En los Estados Unidos, la leucemia constituye cerca del 3.5 % de los diagnósticos nuevos de cáncer. Hay una tasa mucho mayor de diagnósticos de leucemia en los adultos que en los niños, especialmente en personas de entre 65 y 74 años.
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Los tipos de leucemia
Hay cuatro tipos principales de leucemia, que se clasifican según la velocidad de empeoramiento del cáncer y las células sanguíneas afectadas. Los tipos agudos de leucemia avanzan muy rápidamente, mientras que los tipos crónicos suelen avanzar gradualmente, con el tiempo. Además, en la leucemia crónica las células leucémicas maduran de manera parcial o incompleta, por lo cual no cumplen sus funciones con tanta eficacia como las sanas.
La leucemia puede originarse en linfoblastos o mieloblastos de la médula ósea. Estas células precursoras desempeñan un papel en la formación de nuevas células sanguíneas (hematopoyesis). Los linfoblastos se transforman en linfocitos que participan en el sistema inmunitario, mientras que los mieloblastos maduran y dan lugar a una gama más amplia de células sanguíneas —glóbulos rojos, plaquetas y la mayoría de los glóbulos blancos— que realizan diversas funciones.

La leucemia mielógena aguda (LMA)
La leucemia mielógena aguda (LMA) es el tipo de leucemia más frecuente en los adultos. Avanza rápidamente y se caracteriza por mieloblastos que maduran para dar lugar a glóbulos blancos anómalos. A medida que las células leucémicas se multiplican, pueden sobrepasar la cifra de células sanas de la médula ósea y de la sangre. A veces se extienden a otras partes del cuerpo.
La leucemia linfocítica aguda (LLA)
La leucemia linfocítica aguda es un cáncer que avanza rápidamente. Es más frecuente en los niños que en los adultos y se origina en los linfoblastos. Como resultado, la médula ósea produce abundantes células leucémicas inmaduras que no se convierten en linfocitos que desempeñen sus funciones de manera adecuada.
Altas calificaciones en el tratamiento de la leucemia, el linfoma y el mieloma
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La leucemia mielógena crónica (LMC)
La leucemia mielógena crónica (LMC) es relativamente infrecuente y por lo general afecta a personas mayores. Aunque las células leucémicas suelen crecer más rápido y sobrevivir más tiempo que las células sanguíneas sanas, la leucemia mielógena crónica no interfiere por completo en el desarrollo de los glóbulos blancos, glóbulos rojos ni plaquetas maduros. Sin embargo, casi siempre hace que las cifras de las células sanguíneas normales sean más bajas de lo normal.
La leucemia linfocítica crónica (LLC)
La leucemia linfocítica crónica (LLC) afecta principalmente a adultos mayores y representa casi una tercera parte de todos los casos de leucemia. Este cáncer, que avanza lentamente, se origina en los linfoblastos.
Las causas y los factores de riesgo de la leucemia
Las causas exactas de la leucemia aún no se conocen bien. Sin embargo, los científicos han determinado ciertos factores de riesgo que podrían desempeñar un papel en su aparición, como la edad avanzada y la exposición a radiación ionizante.
Los investigadores continúan estudiando ciertos factores genéticos y ambientales que podrían vincularse con las mutaciones celulares que causan la leucemia, entre ellos:
- algunos trastornos genéticos concretos, como el síndrome de Down y ciertos trastornos de la sangre;
- la infección por el virus linfotrópico T humano (VLTH);
- la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH);
- la exposición a productos petroquímicos, como el benceno;
- la quimioterapia con alquilantes para el tratamiento de otro tipo de cáncer;
- el hábito de fumar y otros tipos de consumo de tabaco.
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Programe una citaLos signos y síntomas de la leucemia
Los síntomas de la leucemia pueden variar según el tipo de cáncer y su estadio. Además, puesto que los tipos agudos de leucemia suelen avanzar con más rapidez que los crónicos, por lo general sus síntomas aparecen más pronto y empeoran más rápido. Entre los signos de alarma se cuentan los siguientes:
- Síntomas parecidos a los de la gripe, como escalofríos y dolor en el cuerpo
- Sudor nocturno
- Debilidad o agotamiento abrumadores
- Inapetencia
- Infecciones graves o recurrentes
- Facilidad para presentar sangrado o formación de moretones
- Sangrado nasal frecuente
- Aparición de puntitos rojos en la piel (petequias)
- Hinchazón de ganglios linfáticos
- Aumento de tamaño del hígado o el bazo
- Adelgazamiento sin motivo
- Dolor o sensibilidad en los huesos
El diagnóstico de la leucemia
Por lo general, el diagnóstico de la leucemia se lleva a cabo mediante el análisis de una muestra de sangre. Esto se puede lograr con un hemograma completo o con citometría de flujo. Esta última es una técnica muy sensible en la que se utiliza un haz de rayos láser para identificar tipos celulares.
Normalmente, el examen de la médula ósea se realiza al tiempo con ciertos análisis de sangre porque aporta información adicional que puede servir para confirmar el diagnóstico de leucemia y para planificar el tratamiento. Al realizar una biopsia de médula ósea, el médico emplea una aguja larga para extraer un trozo de hueso y una muestra líquida. El anatomopatólogo examina la muestra de hueso al microscopio, y con la muestra líquida se llevan a cabo una citometría de flujo y una serie de análisis moleculares.
Mediante los análisis moleculares, el médico puede evaluar los cromosomas que se encuentran dentro de una célula (la citogenética) e identificar variaciones cromosómicas y anomalías celulares. Ciertas anomalías celulares son específicas de la leucemia, y su presencia o ausencia le permite al médico determinar el mejor tratamiento, por ejemplo, una quimioterapia concreta o un trasplante de médula ósea.
El tratamiento de la leucemia
El tratamiento de la leucemia puede variar según el tipo de cáncer, su extensión, la salud general del paciente y su edad. Muchos pacientes se benefician de una asociación personalizada de lo siguiente:
- Quimioterapia: Después de su administración por vía intravenosa, en inyección o por vía oral en pastilla, estos anticancerosos tan potentes llegan al torrente sanguíneo y circulan por el cuerpo para destruir las células leucémicas o evitar que se multipliquen.
- Inmunoterapia (terapia biológica): Consiste en medicamentos especiales para estimular el sistema inmunitario y aprovechar su capacidad natural para combatir la leucemia.
- Tratamiento dirigido: En un laboratorio se diseñan fármacos cuya diana son moléculas específicas (por ejemplo, proteínas) de las células leucémicas que les indican a estas células que deben multiplicarse.
- Radioterapia: Una máquina llamada acelerador lineal genera haces que contienen mucha energía o rayos X, y los dirige con precisión al lugar en que se encuentra el cáncer o los reparte por todo el cuerpo antes de un trasplante de células madre o de médula ósea.
- Trasplante de células madre o de médula ósea (trasplante de células hematopoyéticas): Las células cancerosas que producen células sanguíneas se destruyen con quimioterapia o radioterapia y luego se reemplazan por células hematopoyéticas nuevas y sanas que se derivan de la sangre o de la médula ósea del paciente o de un donante.
- Tratamiento con linfocitos T que poseen un receptor antigénico quimérico (linfocitos T‑CAR): Los linfocitos T naturales del cuerpo que combaten las infecciones se extraen, se modifican para que ataquen las células leucémicas y luego se le vuelven a transfundir al paciente.
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