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Rick Salomone

Rick Salomone

"Mi esposa y yo nos sentimos facultados para expresar nuestras inquietudes sobre mi calidad de vida."

Recuerdo muy bien la apuesta que hicimos mi esposa y yo al cruzar el estacionamiento el 9 de febrero de 2023 sobre si yo tenía cáncer de próstata o no. Perdí la apuesta y, a partir de ese día, mi vida cambió para siempre.

Al llegar a casa, me di un tiempo a solas para procesar mis ideas. Estaba furioso, asustado y, por primera vez, consciente de mi propia mortalidad. La llamada de FaceTime para contarles a mis hijos fue muy dura. Por fortuna, el regodeo en la autocompasión solo me duró unas horas porque creía en el plan de Dios; necesitaba aceptar el diagnóstico y comenzar a planificar.

El primer paso fue investigar. Tenía que entender los resultados de las pruebas, las opciones de tratamiento y elegir un centro oncológico para lidiar con el diagnóstico. Moffitt estaba en primer lugar por la atención y el tratamiento excelentes que mi esposa había recibido aquí para el cáncer de mama diez años atrás.

Me asignaron al doctor Pow Sang y al doctor Yamoah, oncólogo radioterápico. Cada uno de ellos dirige su respectivo servicio. Llegué a la primera reunión con estos prestigiosos médicos con grandes expectativas, pero ambos las superaron con su actitud amistosa y su forma activa de escuchar. El doctor Pow Sang pasó 45 minutos explicando la operación, sus secuelas y la rehabilitación. Cuando le informé que a mis 68 años no iba a elegir esta ruta, me sorprendió gratamente que asintiera, aceptara mi decisión y dijera que el paciente estaba a cargo de tomarla.

Luego me reuní con el doctor Yamoah, quien resumió el diagnóstico y me explicó que iba a crear un plan personalizado de radioterapia en cuanto estuvieran listos los resultados del estudio genómico. También recomendó agregar hormonoterapia para mejorar las probabilidades de recurrencia del cáncer. Mi esposa y yo nos sentimos facultados para expresar nuestras inquietudes sobre mi calidad de vida. Cuando decidí no aceptar la hormonoterapia, el doctor Yamoah entendió, aceptó mi decisión y nunca la usó en mi contra.

En las próximas seis semanas yo iba a recibir 26 sesiones de radioterapia. Para prepararme, me puse en la mejor forma física posible con el fin de tener toda la fortaleza y la energía necesarias para el tratamiento. Sin embargo, al cabo de tres días me sentí abrumado y le dije a mi esposa: «No creo que pueda con esto». Esa noche decidí centrarme en un tratamiento a la vez. Cada mañana me preparaba en cuerpo, mente y espíritu antes de salir para Moffitt. En la sala de espera de radioterapia calmaba la respiración, oía música relajante y leía el devocionario. La ansiedad disminuía y la excelente atención del equipo de Moffitt se encargaba del resto. Al cabo de unas semanas comencé a esperar con ilusión los tratamientos porque podía ver a mis nuevos amigos, que en verdad se preocupaban por que lograra el mejor resultado posible.

Me gustaría poder decir que los efectos secundarios de la radioterapia fueron una tontería, pero no fue así. El tratamiento fue lo más difícil que he hecho en la vida. Para sobrellevarlo, puse en juego todas las técnicas motivadoras y espirituales que había aprendido. Siempre he creído que los acontecimientos por sí solos no son positivos ni negativos; nuestra respuesta los hace así. Yo estaba decidido a mantener el optimismo.

Gracias al apoyo de mis tres hijos, al amor y el afecto de mi esposa Carol, y al increíble equipo de profesionales médicos de Moffitt, llegué a la meta y toqué la campana.

Esta historia se publicó originalmente en el boletín informativo ENLACES. Visite Moffitt.org/Enlaces para leer más historias y más información.