Afrontar el temor y la tristeza durante la enfermedad
Cuando tenemos la gripe o un resfriado, nos sentimos muy mal unos cuantos días. Sin embargo, rara vez sentimos temor. Prevemos el regreso a la normalidad biológica.
Sin embargo, los pacientes de cáncer podrían sentirse muy mal debido a los efectos secundarios del tratamiento y al mismo tiempo sentir ansiedad, temor y tristeza. Son muchas las cosas que hay que afrontar.
A menudo los cuidadores quieren que no solo nos curemos sino que estemos contentos. «¡Quisiera que se les pasara todo el bajón!»

Yo, que recibí quimioterapia y un trasplante de médula ósea para la leucemia mielógena aguda, sentí el temor y la tristeza al comienzo del tratamiento. ¡Hasta sentía miedo de mi propio temor! Me preguntaba:
«¿Soy una debilucha en lo espiritual? Dios debe estar decepcionado de mí».
Es importante no quedarse atascado en la tristeza. Algunas personas, entre las cuales me incluyo, pueden ser tercas y negarse a aceptar ayuda. Yo no quería reconocer que «mi grado de consciencia no funcionaba bien». Sin embargo, mi cerebro perfecto cumplía la labor perfecta de enviarle señales a mi alma para indicar que yo necesitaba un poquito de ayuda para sentirme mejor. Ahora agradezco haberlo reconocido y haber comenzado a hacer cosas que me levantaran el ánimo. Al disminuir la tristeza, el temor era más manejable.
Con sinceridad y a veces ante mi propio asombro, me desahogué ante capellanes y trabajadores sociales que no expresaron juicios de valor. Pude avanzar o por lo menos tener una tregua hasta la siguiente sesión.
Incluso recibí psicoterapia profesional. Me reuní por Zoom con el terapeuta y con una enfermera especialista que me recetó antidepresivos. La diferencia fue enorme. (Después de recuperarme, suspendí gradualmente los medicamentos).
Comencé a pintar acuarelas. Era una artista principiante y chapucera, pero la creatividad desempeñó un papel enorme en levantarme el ánimo. Me quedo corta en describirlo.
También me gustaba tener algo que me ilusionara. «Después de caminar un rato, creo que voy a pintar, luego a escribir en el diario y luego a descansar antes de que llegue mi acompañante». Este pequeño horario me sostenía. Estaba ocupada sin hacer nada.
Los cuidadores también deben consentirse con recursos de salud mental si es necesario. Todos merecemos sentirnos cómodos en mente, cuerpo y espíritu.
Si desea comunicarse con el trabajador social o con un capellán, llame al (813) 745-8407. Si tiene ideas suicidas, puede recibir ayuda inmediata al llamar o enviar un mensaje de texto al 988.
Esta historia se publicó originalmente en el boletín informativo ENLACES. Visite Moffitt.org/Enlaces para leer más historias y más información.